"La fiesta de 1966. Medio siglo de prestigio oficial" (2016)

*Publicada en la revista Moros i Cristians Petrer 2016.

La España de los años 60, a medio camino entre la escala de grises y el mando a
distancia, sigue despertando en la medida de lo posible a un mundo que acelera cada
vez que se le pisa los talones. En nuestro 1966, nuevos términos como hippie, irrumpen
por primera vez en los medios de comunicación y, mientras los Cuarenta Principales
emiten sus primeras canciones, Santana conquista Wimbledom. Los zagales y las
zagalas celebran su amor brindando con “un sorbito de champán” y se lucen bailando
en guateques con la canción del verano: Black is Black. Los españoles de 1966
presencian en televisión un acontecimiento recordado por la historia como una escena
de película: El ministro de información y turismo de la época, Manuel Fraga, se baña
ante las cámaras en las playas de Palomares para evitar rumores sobre la peligrosidad
de la zona al haber caído accidentalmente en el mar dos bombas atómicas de Estados
Unidos. Con esta acción del ministro sería devuelta la tranquilidad al turismo de la
localidad almeriense. El gobierno de Franco está inmerso en importantes acciones para
el impulso y la promoción de nuestros atractivos turísticos, por lo que el país adquiere
una conciencia de este sector sin precedentes. Concretamente en Petrer, las gestiones de
la Junta Central con su presidente Hipólito Navarro Villaplana van a dar sus frutos este
mismo año de 1966, cuando se concede a nuestras fiestas de Moros y Cristianos el
título honorífico de “fiesta de interés turístico”.


DECLARACIÓN DE INTERÉS TURÍSTICO

Las declaraciones de distintas fiestas como de “Interés Turístico” nacen con la
Orden del 30 de septiembre de 1964, por la que se crea la denominación honorífica de
“Fiesta de Interés Turístico”. En esta Orden, firmada por el Ministro de Información y
Turismo Manuel Fraga Iribarne encontramos lo siguiente:
“Uno de los atractivos de mayor raigambre y realce que ofrece España a
los extranjeros que la visitan, así como a los propios nacionales, lo
forma el amplio panorama de fiestas, de variada índole, que se
desarrollan en nuestro suelo a lo largo del año, por lo que, para
canalizar debidamente este aspecto del turismo y resaltar su importancia
para legítima satisfacción de aquellos lugares que las celebran (...) se
crea la denominación honorífica de «Interés Turístico» para aquellas
fiestas (...) que ofrezcan una importancia real desde el punto de vista
turístico”.
A lo largo de ocho artículos, la Orden regula el procedimiento de solicitud de la
declaración, que debe hacerse por los Ayuntamientos y órganos competentes. Al tanto de
todo esto está la Junta Central de Comparsas de Petrer, pues meses después de la
creación de estas distinciones, ya en 1965, es enviada al ministerio toda la
documentación necesaria para la concesión de un título que pondría en valor nuestra
tradición más preciada. Al año siguiente, Petrer prepara sus mejores galas para recibir
durante las fiestas de mayo a Jaime Antonio Segarra, subdirector general de Promoción
del Turismo, quien invitado por Hipólito Navarro en nombre de la Junta, vive en directo

las bondades de nuestros Moros y Cristianos. Su paso por Petrer queda descrito en la
“Salutación” que el señor Segarra escribe para la revista de Moros y Cristianos de 1967:
“Es difícil olvidar, por quien haya contemplado estos magníficos
espectáculos, toda la belleza de sus escenas deliciosamente anacrónicas,
y de su soberbia magnificencia. En ellas, se condensa ese sentido
luminoso y colorista que tiene, del mundo y de la vida, el hombre
levantino. (...) Y como grato recuerdo para los felices días del pasado
año en los que tuve el honor de ser espectador de tales fiestas, quede
aquí el testimonio de mi homenaje para sus Abanderas que bien
podemos considerar como el símbolo gozoso de tan maravilloso
espectáculo”.
La concesión del título de Fiesta de Interés Turístico llega a Petrer pasadas las
fiestas, en el mes de julio, suponiendo para la Comisión de la Unión de Festejos el
“broche final a la serie de acontecimientos” del año 1966, según la valoración publicada
en la revista de 1967. La Resolución en cuestión de la Subsecretaría General del
Ministerio de Información y Turismo especifica: Título honorífico de Fiestas de Interés
Turístico a la FIESTA HISPANO-ÁRABE en honor a San Bonifacio”. De manera que al
año siguiente, en el cartel enunciativo de las fiestas y en la revista o programa de las
mismas aparece el título “fiestas hispano-árabes”, perdurando este cambio durante tres
años hasta que en 1970 volvemos a encontrar esta revista y su cartel con el enunciado
“Moros y Cristianos”. Hablando de la revista y el cartel cabe decir que los de 1966
fueron los últimos presentados con diseños gráficos. En 1967 y años venideros el arte de
la fotografía conquista los carteles y las portadas de los programas.


LAS FIESTAS. DEL 12 AL 15 DE MAYO

Allá por el mes de abril, con el buen sabor de boca producido el año anterior por
la novedad de incluir un pregón en nuestras fiestas, se vuelve a convocar este acto
dentro del día de Banderas. Así, el día 17 por la mañana se celebra el pregón, partiendo
“en compañía de nuestra Banda Musical a recoger a las autoridades, y acompañadas con
las mismas, continuar al Cine Regio donde se dará comienzo”, y por la tarde a las 16:30
horas empieza puntual el acto de Banderas.
El II pregón de la historia de los Moros y Cristianos de Petrer en el que colabora
el Club de la Juventud con un programa poético a cargo de autores como Paco Molla,
Enrique Amat Vicedo y Marily, es declamado por Evaristo Pla, presidente de la
comparsa Arabes Damasquinos y vicepresidente de la Junta Central de Comparsas. Su
intervención es descrita en la crónica del año siguiente como “un canto emotivo a las
virtudes de nuestra Fiesta y a las de todo este pueblo que con tanto entusiasmo colabora
en ellas. Fue, sencillamente, un éxito, y podemos decir ya que este acto ha tomado todo
el arraigo, toda la pujanza y toda la belleza”. El pregonero, inmortalizado en la revista
de 1967 frente al micrófono, hablando con el puño fuertemente cerrado a la altura de la
cintura y dirigiéndose al público sin papeles ni atril, transmite el fervor y el entusiasmo
de un festero que ve reencarnado el colorido de la fiesta en los colores propios de la
primavera, dejándonos frases para el recuerdo como: “La primavera en Petrel está en las
almas más que en los campos”. Evaristo Pla terminaría siendo presidente accidental de
la Junta Central los últimos tres meses de este 1966 debido a la dimisión del irrepetible
personaje para historia de la villa Hipólito Navarro Villaplana. La vida de Evaristo Pla
está llena de vocación por la fiesta, llegando a ser más tarde pregonero de las fiestas de
Novelda, Crevillente y Bañeres asi como Presidente de Honor de la comparsa Árabes
Damasquinos de Novelda, al ser uno de sus impulsores.
El acto de Banderas o “la salida de Abanderadas” como se cita en el acta número
54 de la Unión de Festejos, se caracteriza un año más por la brillantez de las mujeres
abanderadas y transcurre “desde la plaza del Ayuntamiento siguiendo el orden de
costumbre”. Las abanderadas de 1966 dentro del bando cristiano fueron Práxedes
Bernabé Pérez de la comparsa Labradores, Ana Romero Torregrosa de la de Vizcaínos,
Victoria Pina de Torres por la de Marinos, Pilar García Payá por la de Tercio de Flandes
e Irene Martínez Payá por la comparsa de Estudiantes. En el bando moro deslumbran las
abanderadas Isabel Villaplana Payá de la comparsa de Árabes Damasquinos (Moros
Viejos), Finita Fernández Bernabéu de Moros Marroquíes (Moros Nuevos) y Dulce-
Nombre López Quiles de la comparsa Beduínos.

El jueves 12 de mayo empiezan las fiestas de 1966 con la Entrada Saludo de las
bandas de música a las 19:30h. en la que los componentes de las distintas comparsas
acompañan a sus respectivas bandas desde la calle Gabriel Payá hasta la Plaza del
Generalísimo, donde a las 22:45h. una potente traca da comienzo a la Retreta: “motivo
de expansión y preludio de unas fiestas soleadas, brillantes y juveniles”. Las bandas,
una por comparsa, vienen de pueblos valencianos y alicantinos excepto la que baña de
acordes a la comparsa de Labradores, que este año proviene de la localidad manchega
de Torralba de Calatrava, cuyo subdirector y músico escribe para la revista de 1967 una
carta de agradecimiento porque “Petrel nos hizo sentir el calor de la amistad sincera y
de su simpatía arrolladora”.
El viernes 13 la Junta Central de Comparsas homenajea a Televisión Española en
un acto en el que el subdirector de Promoción del Turismo estatal, Jaime Segarra, ejerce
de presidente de honor aprovechando su estancia en Petrer. Para los festeros el día llega
cargado de actos. A las 9 de la mañana tiene lugar la Entrada Cristiana “rebosante de
gentío” con un itinerario que pasa por las calles Cervantes, Leopoldo Pardines y avenida
de José Antonio. “Un hueco desconcertante” según la crónica de 1967 producido por la
comparsa de Estudiantes provoca las protestas de un exigente público. Seguidamente,
mediante el llamado “grandioso desfile de Comparsas” que finaliza en la plazuela de
San Bonifacio, se procede a la bajada del Santo. Con la llegada de la Imagen a la iglesia
se efectúa una suelta de palomas a cargo de la Sociedad Colombófila Petrelense. Ya por
la tarde, la primera “tradicional guerrilla” da paso a la Embajada mora y, a continuación,
un “pasacalles general” recorre las calles.
El sábado 14 de mayo se presenta como un día repleto de fiesta. De buena
mañana comienza la Entrada Mora, en la que la comparsa de Árabes Damasquinos es la
primera en desfilar. Con el fin de acompañar al señor Predicador hacia el templo
parroquial, se inicia a las 12 del mediodía el Desfile de Honor, “un acto que toma ya
mucha personalidad y resulta brillante y hermoso”. Sin demora se da paso a la solemne
misa repleta de “muchos fieles pero con menos festeros”. Durante la ceremonia, la
“Schola Cantorum” de la parroquia canta las alabanzas de San Bonifacio. Ya por la
tarde, a las 18:00h., tiene lugar la “tradicional guerrilla” previa esta vez a la Embajada
Cristiana, en la que los micrófonos dan, como de costumbre, algunos problemas, “pues
llevamos unos años que no hay manera de que funcionen bien del todo”. La procesión,
envuelta en un ambiente de misterio y fe, provoca la satisfacción incontenida de todos
los asistentes, oyéndose en el silencio de la noche los ecos de múltiples elogios como
los dejados por un visitante de Alcoy al pronunciarse: “una joia”.

Tras dos días especialmente colmados de fiesta, la última jornada del domingo
15 discurre a un ritmo diferente. El cansancio y la tristeza de ver acabadas las fiestas es
palpable en el lánguido humo de cada disparo que apunta al cielo. Camino a la ermita de
San Bonifacio los capitanes queman la pólvora que les queda, llenando las calles de ese
sagrado aroma por última vez. El Santo vuelve a casa como vuelven los trajes a los
armarios y arcones. Como colofón se celebra la misa de agradecimiento a San Bonifacio
y el pueblo espera con expectación qué mujeres salen de la ermita como las nuevas
abanderadas para el año 1967, cuando de nuevo las campanas de los templos anuncien
que empieza la fiesta.
Al sumergirse en acuerdos y discusiones, al soñar junto a dormidas actas de un
archivo como el de la Unión de Festejos, uno recuerda que cada paso dado en la historia
ha ido haciendo el camino que hoy acaba en nosotros. La continuidad definida y
ciertamente eterna ya de miles de festeros avanzando por las calles es la expresión viva
de un deseo cumplido por nuestros ancestros, descrito con pasión por Evaristo Pla en su
pregón de 1966 y con el que un servidor quisiera concluir este viaje en el tiempo: “La
historia es al mismo tiempo el orgullo y el yugo de cada pueblo. Y el nuestro, mientras
sea Petrel, ha de vivir orgullosamente atado a la obligación de mantener y de superar
cada año la magnificencia de esta fiesta en la que perviven las más genuinas virtudes de
las generaciones que nos precedieron”.